Rumi nos invita a imaginar tener una conversación con un embrión. Podrías decir: “El mundo exterior es vasto e intrincado, lleno de campos de trigo, pasos de montaña y huertos en flor. Por la noche, hay millones de galaxias, y durante el día, la belleza de los amigos bailando en una boda.” Le preguntas al embrión por qué se queda encerrado en la oscuridad con los ojos cerrados. Escucha la respuesta: “No hay ‘otro mundo’. Solo sé lo que he experimentado. Debes estar alucinando.” La esencia de lo que Rumi tiene que decir tiene que ver con crecer más allá de nuestros parámetros, poco a poco. De un embrión a un infante que toma leche, luego a un niño disfrutando de comida sólida, si elegimos, podemos continuar el viaje como buscadores de sabiduría, y en última instancia convertirnos en creyentes en lo no visto, anhelando lo divino y la promesa de la otra vida.