El mundo pesa mucho algunos días. Ves los titulares, el sufrimiento, la injusticia—y tu corazón se quiebra. Quieres hacer algo, decir algo, arreglar algo. Pero la mayor parte está muy lejos de tu alcance. Esa es la carga de vivir con un corazón abierto en un mundo fracturado. Tu esfera de preocupación es vasta. Tu esfera de influencia no lo es. Pero la impotencia no es tu única opción. La desesperación no es una virtud. Lo que importa es cómo te presentas aquí, donde tus manos pueden tocar, donde tu voz puede consolar, donde tus elecciones tienen un efecto en el exterior. Comienza allí. Eso no es pequeño—es sagrado. Deja que el dolor que sientes refine tu atención. Deja que profundice tu cuidado, no que lo paralice. No puedes cargar con el mundo. Pero puedes llevar luz a tu rincón de él. Y eso es suficiente. Haz lo que puedas.