A los 21, cuando todos en mi universidad estaban persiguiendo una colocación de 3.5 LPA, elegí enseñar hacking ético a los estudiantes. A los 22, dejé el hacking ético. Fue otro gran riesgo. Llegué temprano al espacio, la gente me reconocía, sin embargo, me alejé. Los conflictos internos habían crecido a partir de eventos personales y profesionales, y no podía continuar. A los 24, dejé una agencia de desarrollo en crecimiento. Otro riesgo. Pero estaba desbordado de ideas de productos y quería sumergirme en la cultura de startups. Quería recaudar fondos, quería que mi PR estuviera en todas partes. La ambición me empujó a construir productos. A los 26, dejé la misma startup de la que una vez fui ambicioso. Se había convertido en un barco que se hundía, dependiente de otros. Tuve que reiniciar desde cero. Elegí blockchain, comencé a escribir blogs, tomé mi primer trabajo y valió la pena. A los 29, hice un viaje de ida y vuelta a la riqueza generacional en cripto. Me volví adicto al trading de futuros. Perdí mi creatividad. Sentí que estaba perdiendo en la vida. Así que dejé cripto para explorar la cinematografía. Eso trajo de vuelta mi creatividad. Apoyó mi alma rota. Me puso en flujo nuevamente. Me sanó mentalmente. A los 30, cuando volví a perderlo todo, las viejas heridas resurgieron. No podía seguir con la cinematografía. Cripto era la única opción que quedaba para volver a ponerme de pie. Creí en mí mismo y encontré mi camino. A los 33, cuando reconstruí todo lo que había perdido en cripto, la fama y el dinero desde cero, me sentí vacío. Me sentí como nada. Esa vacuidad me llevó a la autoindagación. Era hora de concluir mi larga exploración. Era hora de finalmente encontrar significado. Era hora de averiguar qué es lo que realmente quiero en la vida. Eso no fue fácil. Tuve que asumir otro riesgo. Dejar atrás mi carrera en cripto fue ese riesgo, por un camino desconocido de escritura, espiritualidad, cinematografía y servicio social. Un camino que me trae alegría y paz. Un camino que me hace sentir conectado con mi alma. Un camino que me hace sentir como nadie. Un camino que se siente profundo. El camino atraerá adversidades en el camino, pero nací listo para volver a empezar desde cero y recuperarme si eso es parte del plan de Dios.